cineliberArte: Silencio de Hielo (2010) Drama//Thriller// Crimen

En un caluroso día de verano, se encuentra una bicicleta abandonada en un campo de trigo La escena recuerda exactamente la de un crimen cometido hace 23 años que no se pudo resolver. Esta vez es Sinikka, una niña de 13 años, la que ha desaparecido. Mientras el investigador del caso sin resolver y un joven colega empiezan a hacer pesquisas, para los padres de Sinikka empieza un período de agonía e incertidumbre.


Las claves de un género que necesitaba renovarse si o si llevan subvirtiéndose en los últimos años hasta extremos inhóspitos. Zodiac, de David Fincher, fue una de las responsables de una vuelta de tuerca que Silencio de hielo aprovecha para enarbolar a través de algunos de sus logros uno de esos thrillers dramáticos cuyo poderío acapara múltiples virtudes que, aunque nos hacen anexionarla rápidamente con aquel título, también se escinden de Zodiac debido a las clarísimas ideas de un cineasta que empiezan con su puesta en escena; esa puesta en escena nos coloca en la década de los ochenta reproduciéndola al milímetro, no únicamente gracias a la ambientación portentosa, también al aspecto de una fotografía que complementa a la perfección un trabajo impecable en ese aspecto y que nos trasladará a un crímen atroz que se revelará como carta de presentación. A través de esa secuencia, la del crímen que marcará el devenir de una serie de personajes, se pueden empezar a entrever las cualidades de un cine áspero como él solo: el plano cenital de su arranque que nos aleja del criminal, el tono seco y contenido de un crímen mucho más terrible de lo que parece indicar la escena, la reacción de un compañero impertérrito ante el comportamiento del que más adelante se nos revelará como su mentor… todo resultan detalles que definen y delimitan las lindes de una propuesta que desde ese mismo instante se tornará absorbente como pocas.

Veintitres años han pasado y, de repente, sin motivos para ello, el crímen se reproduce. A partir de ese instante, una galería de personajes con más sensaciones contenidas de lo que parece topará frontalmente con la escena de un asesinato que se reproduce sin saber porque, y les devuelve a sensaciones que ya creían haber dejado atrás. Bo Odar define a todos y cada uno de esos personajes con un trazo envidiable, sin necesidad de disuasorios «flashbacks», empleando en su lugar una herramienta que cada vez parece más minusvalorada: el diálogo. En ocasiones de esencia extraña e incluso insólita, definen su carácter con trazo y una tenacidad fuera de toda duda, incluso trenzando secuencias dramáticas de lo más caprichosas que, no obstante, y lejos de deslucir el resultado, se muestran como vivos reflejos en un marco donde ese carácter dramático lo es todo.