documentArte//: Debtocracy (2011). Versión con subtitulos



Tres periodistas han rodado este documental sobre la crisis griega, es casi una versión helena de “Inside Job”. Está subtitulado en inglés y francés, pero sería fantástico que también estuviese en español. El documental es copyleft. ¿Alguien se anima a colaborar para poner los subtítulos?
…Si os coordináis a través de los comentarios, yo me ocupo de localizar a los creadores del documental para que utilicen los subtítulos en su web.
Tres horas después ya está disponible la traducción gracias a los lectores.
En realidad es algo más que un “Inside Job griego“. Si bien queda patente también la forma irregular en que los políticos helenos han gestionado la crisis económica de espaldas al pueblo y a sabiendas del mal que hacían, el documental se centra no sólo en la gestación y gestión de la crisis económica, sino en el mismo sistema de deuda y su funcionamiento. Es además abordado con largueza el concepto de “deuda ilegítima“.
Según se cuenta en el documental, para que la deuda contraída por un Estado pueda considerarse ilegítima tienen que cumplirse tres requisitos:
  1. Que el gobierno del país que recibe los préstamos lo haga sin conocimiento del pueblo.
  2. Que el dinero de los préstamos sea invertido en cosas o actividades que no sean beneficiosas para el pueblo.
  3. Que los prestamistas tengan conocimiento de los dos puntos anteriores.
En relación a las deudas ilegítimas se habla someramente de cómo fueron los mismos EEUU los primeros en hacer valer el concepto de deuda ilegítima en el momento de su independencia, o más tarde para no hacerse cargo de las deudas contraídas por, por ejemplo Cuba en el momento en que esta dejó de ser colonia española para pasar a serlo de EEUU. También de pasada se menciona el caso reciente de la deuda de Irak, que fue declarada ilegítima por el gobierno títere tras la ocupación militar de 2003 en detrimento de los intereses de Francia y Rusia principalmente.
Pero es el ejemplo de Ecuador y de cómo este país gestionó su deuda ilegítima durante el primer mandato de Rafael Correa en el que más se profundiza.
El documental no se limita a exponer el relato de los hechos, sino que al final va más allá y anima a los griegos, y por extensión al mundo entero, al calor de los recientes acontecimientos de Túnez y Egipto, a luchar por su dignidad y soberanía; a rebelarse. Y en esas estamos.
 Documento relacionado: "La auditoría de la deuda externa-Observatorio de la deuda en la globalización"
 Documento relacionado: "Informe final de la auditoría integral de la deuda ecutoriana"

Bar Británico por Enrique Symns ((nota))

En mayo del 2006, cuando los rumores de clausura del Bar Británico se sentían cada vez más fuerte, Enrique Symns, un histórico habitué del lugar, escribió esta memorable nota contando la leyenda de este simbolo cultural porteño. 

Tengo un recuerdo flasheante de mi etapa prehistórica en el bar Británico. Tenía dieciséis años, así que eso fue hace más de cuatro décadas: era diciembre de 1962 y en ese anochecer junto a una pandilla de amigos despedíamos el año embriagándonos con la bebida de moda en aquella época, que era Cinzano con fernet y soda- Estábamos sentados en la mesa de la ventana que da a la esquina de Brasil y Defensa, y nos hacíamos los vivos con la gente que pasaba, jugábamos a quién hacía la broma más pesada. Así pasó, distraído, un grandote y yo le llené de cubitos de hielo uno de los bolsillos del saco. Después de las carcajadas, el grandote volvió y me encajó una trompada tan bien colocada que, como en las películas, me sacó por la ventana del bar. Y ahí me acuerdo de la cara de Manolo, el legendario mozo nocturno del Británico, que me ayudó a levantarme y me dijo:
-Nunca más quiero verte haciendo el tonto.
Es la época prehistórica de mis primeras visitas a ese santuario de borrachos y pistoleros, rockers y taxista, pensadores y fugitivos, ajedrecistas y periodistas, anarcos y desesperados, putas y poetas, tontos y malvados, personas que necesitan, además de su casa, otro living en la calle y desesperados para los que el bar es su único paradero.
El bar Británico es un museo de las aventuras del alma, el último bastión de un tipo de hombre que está por extinguirse. La peste civilizatoria necesita arrasar el pasado, borrar las huellas de una historia que jamás será contada.
Además de una hermana, mi única familia en estos últimos años han sido Manolo, el garzón nocturno, y Carlitos que fue lavacopas durante más de veinte años y justo cuando fue ascendido a mozo, el bar amenaza con ser cerrado para convertirse en un manicomio cibernético de los que hoy abundan.
FANTASMAS ENTRE LAS MESAS
En cada uno de las mesas del bar, tengo una historia para contar.
En la que está al fondo del reservado, junto a la ventana que da a la calle Brasil y con una vista interrumpida por un kiosco de diarios del parque Lezama, vi por última vez en mi vida al Indio Solari.
Fue un amanecer muy triste y discutimos con el Indio mientras Daniel Aráoz era testigo silencioso de la brega. Se terminaba no solamente una amistad bastante entrañable sino también la sociedad combativa entre la revista que yo aún dirigía y la banda que él siguió alimentando con sus geniales canciones durante muchos años.
Recuerdo que cuando el Indio se fue, cerca del mediodía, nos abrazamos con Danielito y nos fuimos a llorar al parque, como presintiendo los tiempos violentos que se aproximaban.
La siguiente mesa, que también enfrenta al parque, fue bautizada como el “rincón del demonio” ya que en ella se instalaban todos lo atardeceres un sujeto perverso que coleccionaba púberes de doce o trece años y los manipulaba con su voz melodiosa y sus gestos hipnóticos, hasta que le pegamos una feroz apretada y nunca más apareció por el barrio.
La mesa central de ese reservado era la preferida de Jorge Pinchevsky, que durante el gobierno de De la Rúa había instalado sus cuarteles de invierno en una casucha de cuidador en las obras que se realizaban en los piletones del Parque Lezama. En esa casucha, Pin tenía nada más que un colchón, un velador, una TV en blanco y negro, y su violín. Pin era una clase inolvidable de gitano y le importaba un biombo las casas y edificios. A esa mesa lo iba a buscar Alejandro Medina para invitarlo a algún concierto o la psicoanalista Lucía Serrano que era su fan, su amante, su amiga y en ocasiones, si él lo necesitaba, hasta su novia.
La mesa predilecta de Alejandro Medina fue siempre la de la esquina, bajo el televisor a colores casi siempre dscompuesto que los dueños del bar instalaron a fines de la década del noventa. Es que ese rincón era el sitio estratégico del Británico. Unos cuantos años antes de Alejandro, se instalaban en esa mesa para hacer sus planes antes de salir a chorear cuatro turbios pistoleros. A los Federicos los fueron matando uno por uno, hasta que el último, un tipo al que le decíamos Queso y Dulce, se retiró del oficio y se hizo taxista. Hace un par de años todavía jugaba al ajedrez en el rincón de los ajedrecistas.
Con la Negra Poly y con Skay nos sentábamos en cualquier parte, íbamos rotando mesa a mesa, esquivándole el bulto a la gilada para sumergirnos en una de esas conversaciones complejas e intraducibles que tanto nos gustaban. Allí la Negra reinaba como una peleadora callejera y cierta noche fatal partió una botella y le tiró un terrible tajo a Osvaldito Gonzales, que en ese entonces era el manager de Los Piojos. Afortunadamente para ambos erró el tajo. Con Ciro, cantante piojero, nos sentábamos en una apretada e incómoda mesa que está del lado de atrás de la puerta principal, también una ventanera, y allí Ciro me contaba sus obsesiones con Hitler y la Segunda Guerra Mundial.
El cliente más antiguo del bar, aún más prehistórico que yo, es seguramente Comeclavos o Puchero, uno de los últimos anarquistas de la vieja camada, aún hoy editor del diario La Protesta, que sale a la calle desde el siglo pasado. Comeclavos o Puchero es quizá la más grande leyenda del barrio. Aunque vive en el Doque, concurre infaltablemente todas las tardes para pasearse como un pájaro nervioso de mesa en mesa espiando conversaciones y partidas de ajedrez.
Cerca de la barra, y junto a una columna, está la mesa más peligrosa del bar. Nadie la menciona ni habla de su fama fatídica pero estadísticamente es la que de más muertos puede dar cuenta. Es la mesa de la muerte. El que se sienta en ella corre grandes riesgos de esfumarse en la nada mucho antes que el resto de la clientela. Las mesas instaladas alrededor del baño de hombres conforman el VIP exculsivo para el club de ajedrecistas integrado por taxistas y profesores, jubilados y empleados de Manliba. Nadie se mete en ese rincón si no forma parte de la secta y si algún novato perdirutado se instala allí se le avisa con sutileza que es hora de partir.
TRES TURNOS DE LA ETERNIDAD Fue Manolo Posse, el mozo nocturno, quien decidió que el Británico sería un bar que se escaparía de las tinieblas del tiempo, para flotar sobre el mar de los acontecimientos como un barco de piratas navegando en la eternidad.
Manolo eligió el turno noche y cuando sus socios bajaban las cortinas y ponían candados, él cortaba los candados, encendía las luces, prendía la máquina de café y nos daba turno a todos los desharrapados de la noche.
El Británico es uno de los bares abiertos las veinticuatro horas de todos los días de todos los años de todas las décadas de la vida. Manolo no lo cierra siquiera las noches eleccionarias y la noche que ganó Menem, además de esa desgracia, toda la clientela, incluido Manolo, aterrizó en la Comisaria 14 por atentar contra la ley electoral que prohíbe el consumo público de bebidas alcohólicas.
Durante muchos años, Manolo fue el Británico. Desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana del día siguiente, era el rey de la turba de rockers, villanos y drogones que desfilaban ininterrumpidamente por la noche. Manolo te cobijaba y te reprochaba, te aconsejaba y te convencía. En las noches salvajes de la década de los ochenta y principios de los noventa, flotando en la proa del bar, me enamoré y me desenamoré de docenas de muchachas yendo y viniendo del baño donde nadie iba a mear si no a llenarse las narices con el veneno más exquisito del mundo.
La noche del Británico también fue una puesta en escena increíblemente veraz de los avatares que atravesaba el país. Desde el alfonsinismo, donde se reunían artistas plásticos y actores que realizaban en el parque Lezama los Encuentros en el Parque organizados por Resorte Hornos y la revista Pan Caliente, atravesando el existismo menemista con la proyección a la fama de las bandas de rock y la conversación en mito de tipos como Ciro y el Pelado Cordera, que dejaron de ser clientes del bar, hasta la llegada de la pobreza y los marginales del delaruismo. Después de Chupete, ya no hubo famosos en el bar a excepción quizá de Horacio Gonzales, quien dirige, desde hace un par de años, todos los lunes, una especie de taller de pensamiento.
Cuando Manolo termina su turno, llega José Trillo, que es la pesadilla necesaria del bar, el hombre malo de la película. Trillo representa con tanta eficacia su rol de hombre mediocre y ambicioso que entre las seis de la mañana y las cuatro de la tarde, el bar se transforma en un nido de vecinos y de empleados, policías uniformados que vienen a tomar café con leche y señoras con perros, parejas de ancianos que comen medialunas como si fuera su última cena y sobre todo gringos, turistas daneses, americanos, ingleses, holandeses y alemanes que convierten el tugurio en el mapamundi de la frivolidad. Trillo es uno de esos malditos garzones que si te sentás con un libro y pedís un café, seguro te dice:
-Este no es un bar para estudiar...
El turno de la tarde lo mantuvo durante tres décadas José Mignone, el tercer socio, según los mitos el auténtico dueño de la razón social, un hombre tan o más ambicioso que sus compañeros, pero simpático y bromista. Las tardes de Mignone siempre fueron alegres y bulliciosas mientras va llegando el atardecer con la promesa de otra noche inmortal.
En aquellos tiempos, yo he transcurrido casi una semana entera girando en los tres turnos de la eternidad, entrando y saliendo del bar y de mi vida, haciendo revistas o tranzas, entrevistando ladrones o artistas. En los últimos años, en cambio, desde que regresé de Chile, el Británico fue mi refugio antinuclear contra la feroz despresurización que sufrió el espíritu porteño, esa debacle inexorable de todas las conversaciones que dejaron de hablar para hacer publicidad del silencio. El Británico me permitió sufrir mis penurias con dignidad, sin sentir las consecuencias de ese exilio que uno vive en su propio país.




LA… ¿DESPEDIDA?
Es sábado y el bar está colmado. Hace muchos años que no se lo ve tan bullicioso y vital. En la puerta del bar se juntan firmas para presentar al Gobierno de la Ciudad con el fin de solicitar que el Británico sea convertido en patrimonio histórico de la ciudad.
Es la primer asamblea de clientes que se reúne. Hay de todo. Están los anarcos de La Boca, la barra de borrachos, un par de ajedrecistas, dos o tres periodistas entre los que me cuento. Los discursos son breves y las propuestas variadas.
El bullicio, sin embargo, no consigue eludir la tristeza de fondo en la que todas nuestras almas se sienten naufragadas.
Me lo dice el anarquista Comeclavos, que detesta los mitines y que parte antes de iniciarse la reunión.
-¿Nosotros cuando ganamos algo?
-Nunca– le digo. 
-Por eso... -me dice mientras se aleja– Saludado al bar, salúdalo porque se va y esta vez no vuelve..... 









 

EL FINAL LA LEYENDA DEL BAR BRITANICO LLEGO A SU FIN DE UNA MANERA REALMENTE TRISTE. EL VIERNES 26 DE JUNIO DE 2006, EL HISTORICO BAR FUE DESALOJADO ANTE LA MIRADA DE VECINOS, CLIENTES TRADICIONALES Y SUS DUEÑOS. 
LOS TRES SOCIOS -QUE HABIAN TRANSCURRIDO GRAN PARTE DE SU VIDA AHI DENTRO- ALQUILABAN EL LOCAL DESDE HACIA 50 AÑOS, PERO, CON LA MUERTE DEL DUEÑO DE LA PROPIEDAD COMENZARON LOS PROBLEMAS, DADO QUE EL HEREDERO SE NEGO A LA RENOVAVION DEL CONTRATO. 
NI LAS 25.000 FIRMAS JUNTADAS, NI LAS REUNIONES ENTRE LA DIRECCION DE CULTURA DE LA CIUDAD Y LOS PROPIETARIOS, PUDIERON FRENAR LA EXTINCION DE ESTE INIGUALABLE SIMBOLO PORTEÑO. 
TERMINAMOS ESTE POST CITANDO AL ARTISTA MARIANO SANTAMARIA QUE DEFINIO PERFECTAMENTE LA TRISTEZA QUE GENERO EL CIERRE DEL BAR: "ACABAN DE ARRANCARLE EL CORAZON AL BARRIO, LO MATARON POR LA ESPALDA Y TAMBIEN LE SACARON EL CORAZON DEL ALMA".



CINE//LiberArte: La Novena Puerta ((The Ninth Gate)) 1999



Dean Corso (Depp) es un bibliófilo dotado de una sólida cultura, nervios de acero y pocos escrúpulos. Es, además, un hombre extremadamente minucioso y eficaz en su trabajo. Gracias a su reputación, Boris Balkan, un coleccionista de textos demoníacos, le encarga una misión sumamente peligrosa: encontrar los dos últimos ejemplares del legendario manual de invocación satánica ”Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras”; pero los recursos de Corso son ilimitados. De Nueva York a Toledo, de París a Sintra, se verá inmerso en un laberinto lleno de peligros y tentaciones, aterradoras sorpresas, violencia y muertes
 inesperadas.
"Guión deficiente al que sólo Polanski salva de la mediocridad, volviendo a demostrar que crear climas de angustia y tensión es una de sus virtudes"



TÍTULO ORIGINAL: The Ninth Gate
AÑO
1999
DURACIÓN
135 min. 
PAÍS

DIRECTORRoman PolanskiGUIÓNEnrique Urbizu, John Brownjohn, Roman Polanski (Novela: Arturo Pérez Reverte)
MÚSICAWojciech Kilar
FOTOGRAFÍADarius Khondji
REPARTOJohnny DeppLena OlinFrank LangellaEmmanuelle SeignerJames RussoBarbara Jefford,José López Rodero
PRODUCTORACoproducción Francia-España-USA
GÉNEROIntriga. Terror. Thriller