
- Título original: Mr. Nobody.
- Dirección y guión: Jaco Van Dormael.
- Países: Francia, Canadá, Alemania y Bélgica.
- Año: 2009.
- Duración: 136 min.
- Género: Ciencia-ficción, drama, fantástico.
- Interpretación: Jared Leto (Nemo Nobody), Sarah Polley (Elise), Diane Kruger (Anna), Linh Dan Pham (Jeanne), Rhys Ifans (padre), Natasha Little (madre), Toby Regbo (Nemo con 15 años), Juno Temple (Anna con 15 años). Producción: Philippe Godeau. Música: Pierre Van Dormael.
- Fotografía: Christophe Beaucarne. Montaje: Matyas Veress y Susan Shipton.
- Diseño de producción: Sylvie Olivé. Vestuario: Ulla Gothe. Distribuidora: Wanda Visión.
Una mariposa aletea en un extremo de nuestro planeta, y la hoja que ha hecho volar propicia un encontronazo.
Inauditas casualidades, encuentros sorprendentes, miradas que propician acercamientos, intensos momentos, tropiezos inesperados... la vida está repleta de situaciones que nos ponen contra las cuerdas, o que nos dan metros para que avancemos, comprendamos la situación ante la que nos hallamos y actuemos en consecuencia.

Caótica sería una de las múltiples palabras que podrían definir "Mr. Nobody", y no sé si la más acertada, pero desde un arranque atípico, en el que una conversación entre su protagonista y un doctor se sucede con extraños saltos de eje que enrarecen la atmósfera y la presentación, ese término es, sin duda, clave.
A partir de ahí, Van Dormael va presentando la vida de Nemo Nobody, un ser que se encuentra en una circunstancia del todo sorprendente: es el único hombre mortal sobre la tierra y, a sus 118 años ha sorprendido y se ha visto sorprendido al comprender que, sin saber cómo, su vida ya ha pasado, y se halla en una sala desmenuzando fragmentos sobre la misma. Fragmentos inconclusos, distintos, que no encajan... fragmentos de una vida en la que el amor, la tristeza pero, sobre todo, la vivacidad de unas situaciones que la hicieron irremediablemente palpitante, no parecen encontrar su lugar, pero si las distintas sensaciones que la plagaron.
Los fragmentos pasan y pasan, se entremezclan unos con otros y quizá una de las mejores cuestiones lanzadas dentro de un film tan evocador en si, es la de si merece realmente la pena esperar: Van Dormael deja caer esa cuestión como si nada, y logra que ese tramo se impregne con cierto poso optimista, dejando entre tantas idas y venidas, entre tantas despedidas y momentos agrios, que sea su personaje el que se acoja a una posibilidad que, sencillamente, le da alas. A él, y a cualquier espectador que tras una cinta que le zarandea y remueve entre unas sensaciones y otras durante dos horas, también busca un pequeño remanso en el que pararse y pensar que la elección más fácil y cercana, no siempre fue la mejor, pero puede que el futuro depare cosas todavía mejores.