Silvio Berlusconi ha vuelto a demostrar que es un animal
político con siete vidas y que es un error darle por muerto. Ayer superó
la moción de censura contra él por tres votos, 314 contra 311, y se
llevó el triunfo moral y de imagen de sobrevivir a una encerrona que
parecía definitiva, organizada por su exaliado, Gianfranco Fini. Otra
cosa es que vaya a durar mucho con ese exiguo margen de maniobra. El día
a día del Parlamento será un drama diario, es imposible seguir así y
Berlusconi lo sabe. Las elecciones anticipadas siguen a la vuelta de la
esquina, pero al menos continúa dependiendo de sí mismo y puede pilotar
la transición a las urnas inventándose nuevas alianzas. Su capacidad de
hacer amigos es conocida: hace un mes firmaron la moción contra el
Gobierno 317 parlamentarios de la Cámara de Diputados, uno más que la
mayoría absoluta, pero Berlusconi ha logrado hacer cambiar de idea a
unos cuantos. En una sesión bulliciosa a la italiana, con desconcertante
ambiente de circo, ayer le salvaron un puñado de tránsfugas.
Además de varios ya conocidos, tres de los últimos cinco
indecisos de la víspera se pasaron con él, el famoso trío del Movimiento
de Responsabilidad Nacional. Un cuarto, Paolo Guzzanti, que negocia su
contrato de colaborador de 'Il Giornale', diario de Berlusconi, votó
finalmente contra él. El quinto, Silvano Moffa, se abstuvo. Es un hombre
de Fini y ahí ya le dolió bastante. Pero el golpe de gracia fueron dos
de sus diputadas que regresaron al redil del 'Cavaliere' por sorpresa.
Maria Grazia Siliquini, al menos, lo dejó entrever la noche antes y en
el aula tomó la palabra para anunciarlo, pero el asombro fue mayúsculo
cuando Catia Polidori votó a favor de Berlusconi como si tal cosa. Hubo
un conato de pelea. En su partido comentan que la han amenazado con
medidas contra un instituto de enseñanza de su familia, pero ella niega
esa parentela y afirma que es un caso de homonimia.
El 'voltagabbana'
Sobre los métodos de convicción de Berlusconi habría
mucho que decir y se piensa lo peor posible, de dinero contante a
favores o pago de hipotecas, pero en Italia la figura del chaquetero, el
'voltagabbana', es una institución, no es de ahora. Sea como sea, el
gran derrotado fue Gianfranco Fini, aliado del primer ministro desde
hace 17 años y que rompió con él este verano con mucha mala uva
acumulada. El desafío de ayer rozaba lo personal. Fini, que se marchó
del Partido de la Libertad (PDL) con 35 diputados, quería derribar a
Berlusconi, hacerle pasar por el aro de una dimisión y con ese gesto
inaugurar un nuevo centroderecha, incluso el fin del berlusconismo, pero
se ha quemado en el intento. Su nueva formación, Futuro y Libertad
(FLI), ha perdido piezas a la primera de cambio: cuatro de los suyos le
han traicionado. Es más, no se puede descartar que el otro partido que
le acompañaba en la operación, la UDC democristiana de Pierferdinando
Casini, otro exsocio del magnate, llegue ahora a algún acuerdo con
Berlusconi y mantenga con vida al Gobierno por algún tiempo.
En el horizonte de Italia sigue habiendo elecciones
anticipadas, como desde hace meses. La Liga Norte, socio de Berlusconi
en el Ejecutivo, lleva tiempo pidiéndolas y anteayer repetía que con una
mayoría raspada no se va a ninguna parte. Ahora se abre un pequeño
paréntesis táctico en el que el primer ministro quizá logre unos mínimos
apoyos. Depende de Casini y de nuevos abandonos en el bloque de Fini.
Lo que decidirá todo, en cualquier caso, es que la Liga Norte obtenga
garantías de aprobar en breve su anhelada reforma del federalismo
fiscal. Si no, romperá la baraja. Otra de las peticiones más
generalizadas es cambiar el sistema electoral. Pero entre marear un poco
más la perdiz, las vacaciones navideñas y continuar el pasteleo entre
partidos quizá se llegue a primavera.
En esto de perder tiempo Fini ha sido un caso ejemplar.
Llevaba meses refunfuñando contra Berlusconi hasta que en abril se
pelearon en público. Esperó al verano a ser expulsado, a septiembre para
formar un partido y a final de ese mes tuvo en la mano derribar al
Gobierno en otra moción de confianza, pero se limitó a abstenerse para
hacer ver al 'Cavaliere' que sin él no iba a ninguna parte. Tardó otro
mes más en pedir su dimisión y Berlusconi fijó la moción para un mes
después, para ayer. Entretanto Fini no hizo más que perder el posible
capital político ganado con su ruptura. Ayer fue la puntilla. Afrontó la
derrota en el puesto más visible, pues es presidente de la Cámara de
Diputados, y encima por eso mismo no podía votar. Poco antes del
resultado final, cuando se temía lo peor, salió a echar un pitillo.
Hacía un año que había dejado de fumar. Es una incógnita lo que será de
él en los comicios. Es una de las preguntas de unas elecciones muy
inciertas que, cuando lleguen, pueden arrojar otro Parlamento inestable.
Pero con una cosa clara: sigue sin haber una alternativa firme a
Berlusconi.
0 comentarios:
Publicar un comentario